Donde habite/a el olvido

9 Oct

Muchachada estudiantina en general.

Entre otras muchas cosas, la literatura es un viaje de influencias y, más que de escrituras, de lecturas. Es innegable que el eco de la obra de un autor/a puede escucharse a lo largo de los años, es evidente que el poso de lo leído deja una huella en lo creado. Si aún tenéis dudas, a modo de ejemplo vamos a probar a seguirle el rastro a un célebre verso de Bécquer: «donde habite el olvido»…

1) Rima LXVI de Gustavo A. Bécquer (1836-1870)

¿De dónde vengo?… El más horrible y áspero
de los senderos busca,
las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura,
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.

¿A dónde voy? El más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.

 

“Donde habite el olvido” nació como verso, en concreto como el 15 de la rima LXVI de Gustavo Adolfo Bécquer, el poeta romántico del siglo XIX. En este poema el sevillano reflexiona acerca del destino del hombre preguntándose acerca de dónde venimos y a dónde vamos y alcanzando la dolorosa conclusión de que nuestro destino es la abrumadora nada: donde habite el olvido.

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2) Donde habite el olvido de Luis Cernuda (1902-1963)

Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo solo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas,
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allá donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizontes que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.

 

El también sevillano Cernuda, miembro de la Generación del 27, publicó este poema en 1934, dando nombre a un libro del mismo título que se caracterizaba por su  neorromanticismo e indisimulada influencia becqueriana. En esta poesía “Donde habite el olvido” toma la categoría de título y versos que abren y cierran la composición. En ella Cernuda se refiere a ese mismo lugar, donde el deseo no existe, como la única solución para aplacar un amor no correspondido. La muerte en esta ocasión es una herramienta donde poder descansar del ángel terrible que puede llegar a ser el deseo amoroso.

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3) Donde habita el olvido de Joaquín Sabina (1949)

Cuando se despertó,
no recordaba nada
de la noche anterior,
«demasiadas cervezas»,
dijo, al ver mi cabeza,
al lado de la suya, en la almohada…
y la besé otra vez,
pero ya no era ayer,
sino mañana.
Y un insolente sol,
como un ladrón, entró
por la ventana.

El día que llegó
tenía ojeras malvas
y barro en el tacón,
desnudos, pero extraños
nos vio, roto el engaño
de la noche, la cruda luz del alba.

Era la hora de huir
y se fue, sin decir:
llámame un día,
desde el balcón la vi
perderse en el trajín
de la Gran Vía.

Y la vida siguió,
como siguen las cosas que no tienen mucho sentido,
una vez me contó, un amigo común,
que la vio
donde habita el olvido.

La pupila archivó
un semáforo rojo,
una mochila, un Peugeot
y aquellos ojos miopes
y la sangre al galope
por mis venas
y una nube de arena
dentro del corazón
y esta racha de amor
sin apetito.
Los besos que perdí,
por no saber decir:
«te necesito».

Y la vida siguió,
como siguen las cosas que no tienen mucho sentido,
una vez me contó,
un amigo común, que la vio
donde habita el olvido.

 

Y cierra el círculo medio siglo más tarde otro poeta-cantautor andaluz, Joaquín Sabina que en uno de sus disco más exitosos, “19 días y 500 noches” (1999),  se sirve del verso inicial de Bécquer y del poema de Cernuda para llevarlo al terreno de la canción con una composición que en esta ocasión refleja el sentimiento de frialdad y vacío que queda una vez que la pasión amorosa ha desaparecido y los amantes se separan sabiendo que no volverán a verse.

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