Os enlazo aquí los retratos trazados por Jesús Marchamalo de los autores más importantes de la generación del 98. Contienen breves y curiosos apuntes biográficos sobre cada uno de ellos. Los comentaremos en clase.
El procedimiento es el siguiente: leedlos con atención y anotad aquellas referencias antropónimas (otros nombres de personas) o culturales que no conozcáis, también las palabras cuyo significado ignoréis. Es conveniente que busquéis la información en el diccionario de la RAE y en Wikipedia.
Además tenéis que escribir un breve relato que recoja un momento importante en la vida de alguno de estos autores; este cuento tendrá un narrador en 3ª persona y deberá profundizar en las sensaciones del autor protagonista del mismo.
Como veo que el tema interesó el otro día en clase, reproduzco a continuación un fragmento de «Otra vez el ayer», un libro de Andrés Trapiello que analiza el papel de los intelectuales durante la Guerra Civil. Estas líneas recogen la tragedia de los Machado durante la Guerra.«La vida y la trayectoria de los hermanos Machado es especialmente significativa del drama de la guerra civil. A estos dos poetas, de sobra reconocidos y celebrados en su tiempo, liberales, hijos de un hombre republicano e institucionista, republicanos ellos mismos, más o menos laicos, colaboradores los dos en proyectos literarios comunes, a estos dos hombres la guerra les sorprendió, por azarosa circunstancia, en dos frentes diferentes. A Manuel en la zona nacional. A Antonio en zona republicana. Los dos corrieron serios peligros en los primeros días de la guerra. Manuel fue incluso encarcelado en Burgos. A Antonio, en los primeros días de julio, alguien le tomó por un cura, hecho este suficiente para hacerse merecedor de un tiro en un desmonte. A ninguno de los dos les fue dado, escasos de recursos como estaban , abandonar el país pues no tenían otro modo de vida que el diario de sus clases uno y su oficina el otro. Las autoridades franquistas tanto como su propio miedo, llevaron a colaborar a Manuel en diversas empresas de propaganda. Aún hoy sus sonetos a Franco (aquel que terminaba con la «¡la sonrisa de Franco resplandece!») y José Antonio siguen pesando sobre su otra obra admirable como una losa. Tampoco las colaboraciones, a menudo muy inteligentes y hondas, que escribió Antonio durante la guerra se libraron del virus propagandístico y retórico que él mismo había denunciado con una gran lucidez.En cuanto se enteró Manuel de la muerte de su hermano corrió a Collioure. Sabemos que pasó un día entero junto a la tumba de su hermano y la de su madre, muerta un día después que Antonio. Es fácil imaginar escena tan desgarradora».
Sigo con Machado. Aquí va un pequeño vídeo sobre el 70 aniversario de la muerte de Antonio. Creo es bastante interesante y resume sus últimos días perfectamente
Son un total de 12 canciones. El objetivo es que las oigáis, las conozcáis y así toméis contacto con la poesía de una forma más amena y diferente.
Cantares
Retrato
Guitarra del mesón
Las moscas
Llanto y coplas
La saeta
Del pasado efímero
Españolito
A un olmo seco
He andado muchos caminos
En Collioure
Parábola
Por otro lado, para leer con más calma las letras, AQUÍ están todas
Además añado un par de enlaces interesantes y curiosos sobre este disco:
En el blog E-LIBRO DE LAS REVELACIONES, su autor ha colgado tres vídeos de tres canciones en directo del disco, interpretadas… ¡¡¡En Chile en 1969!!! (durante la gira americana del disco).
Dentro de una web monográfica de Serrat, he encontrado todas las letras juntas encabezadas por un interesante texto de Serrat en el que expresa sus impresiones personales de una visita a Collioure en 1994, a los últimos lugares en los que estuvo Antonio Machado, tumba incluida.
Os dejo por aquí los textos de Unamuno que comenté en clase. Creo que son bastante representativos de la obra de su autor, como también lo son sus novelas San Manuel Bueno, mártir y La tía Tula (Pulsad sobre el título para leer cada una de las reseñas que se publicaron en parlandodelibros.wordpress.com, el blog de reseñas lectoras de mis estudiantes de secundaria).
Leed con atención los siguientes dos textos. Como veréis reúnen algunas de las características fundamentales que hemos explicado de este autor.
Continuamos la serie de lecturas de relatos que nos permitirán recorrer los autores y etapas de la Historia de la Literatura que vamos estudiando en clase. Esta semana, tendréis que leer para entregar el martes el comentario (por favor, más exhaustivo y completo que los anteriores) el siguiente relato.
Recordad que además haremos una pequeña sesión de club de lectura ese día y que para el comentario deberéis analizar los elementos narrativos más destacados del relato (narrador, punto de vista, personajes, espacio, tiempo, tema, estilo, tipologías textuales, símbolos…). Espero que lo leáis con atención e interés, que cumpláis con la parte de trabajo que os corresponde y que los debates sobre el texto que hagamos en clase resulten fructíferos. El objetivo es aprender a leer y analizar de forma crítica textos literarios.
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La segunda parte de las tareas para este fin de semana consiste en reconocer las subordinadas adverbiales que aparecen en estas oraciones y decir de qué tipo son. NO es necesario que las analicéis completamente, sino que marquéis verbos y nexos e indiquéis cuál es la proposición subordinada y de qué tipo es. Es posible que algunos nexos te parezcan raros o menos frecuente a los que hemos visto en clase, pero si vas revisando la lista de subordinadas adverbiales, seguro que verás con facilidad de qué tipo es cada una.
Jaime ha pasado el examen como ha podido.
Te veré en cuanto salga de la reunión.
Llegaré a la reunión en caso de que me lo permitan mis obligaciones.
No lo hemos visto por donde hace su paseo diario.
Era tal su mal genio que todos sus amigos acabaron por apartarse de él.
Caminaba alegre por la calle puesto que sonreía con expresión feliz.
Todavía hay disturbios por la calle, así que sé prudente.
Su casa es tal como yo me la había imaginado.
Hoy Fermín cenó bastante más que comió.
Dio positivo en el control de alcoholemia, por consiguiente fue multado.
Aun cuando había mucha gente por la calle, el asesino consiguió escapar.
Te escucharé siempre que no tardes mucho.
Como nadie me vio, pude colarme en la sala.
Como me toque la lotería, dejo este trabajo inmediatamente.
Actuó según indicaba el procedimiento.
Desde que llegaste a mi vida, todo cambió.
Acudieron tantas personas a la fiesta que agotaron las entradas.
Como he comentado en clase, iniciamos una serie de lecturas de relatos que nos permitirán recorrer los autores y etapas de la Historia de la Literatura que iremos estudiando en clase. Serán casi todos textos del s. XX y trataremos de que vayan a un ritmo de dos cuentos por semana, uno para el martes y otro para el viernes.
Es imprescindible que todas y todos lo tengáis leído antes de ese día y que toméis notas sobre los elementos narrativos más destacados (narrador, punto de vista, personajes, espacio, tiempo, tema, estilo, tipologías textuales, símbolos…). Para esta semana tenemos:
Espero que los leáis con atención e interés, que cumpláis con la parte de trabajo que os corresponde y que los debates sobre el texto que hagamos en clase resulten fructíferos. El objetivo es aprender a leer y analizar de forma crítica textos literarios.
conocida mi afición por la anécdota como complemento pedagógico, os dejo aquí los retratos trazados por Jesús Marchamalo de quizá los tres más importantes autores españoles entre el 98 y el 27. Contienen breves y curiosos apuntes biográficos sobre cada uno de ellos. Los comentaremos en clase.
Tal y como hemos comentado en clase, Ramón es mucho Ramón: una de las figuras más interesantes de la historia de la Literatura española, un autor y un personaje.
De temperamento provocador, sus actitudes personales tuvieron un carácter pintoresco y llamativo: pronunció conferencias montado a lomos de un elefante o vestido de torero en variopintos recintos, participó en insólitos programas de radio, organizó animadas y peculiares tertulias literarias como la del café Pombo de Madrid, celebró un banquete en un quirófano, amontonó heterogéneos y llamativos objetos en su casa, situada en un torreón de la calle Velázquez…
Todo en Ramón era literatura, pero detrás de la parafernalia, de la estridente puesta en escena y de las formas extravagantes, había contenido y talento, mucho talento. Debiéramos acordarnos más de él, por eso sirva como homenaje este simpático y verborreico cortometraje protagonizado por el propio Ramón y rodado por Feliciano Vítores en 1928, probablemente en los alrededores del estanque del parque del Retiro de Madrid.
El momento gallina es impagable. Que lo disfrutéis:
Respecto a las tres greguerías originales que tenéis que hacer y con la intención de que conozcáis mejor las que hizo Ramón Gómez de la Serna, os dejo un enlace interesante que recoge muchas y muy divertidas. Mirad AQUÍ.
Capítulo IX de la segunda parte. LA CRUELDAD UNIVERSAL
«Aquella mañana en que se presentó Andrés en casa de Iturrioz, su tío se estaba bañando y el criado le llevó a la azotea. Se veía desde allí el Guadarrama entre dos casas altas; hacia el Oeste, el tejado del cuartel de la Montaña ocultaba los cerros de la Casa de Campo, y a un lado del cuartel se destacaba la torre de Móstoles y la carretera de Extremadura, con unos molinos de viento en sus inmediaciones. Más al Sur brillaban, al sol de la mañana de abril, las manchas verdes de los cementerios de San Isidro y San Justo, las dos torres de Getafe y la ermita del Cerrillo de los Ángeles.
Poco después salía Iturrioz a la azotea.
—¿Qué, te pasa algo? —le dijo a su sobrino al verle. —Nada; venía a charlar un rato con usted.
—Muy bien, siéntate; yo voy a regar mis tiestos. Iturrioz abrió la fuente que tenía en un ángulo de la terraza, llenó de agua una cuba y comenzó con un cacharro a echar agua en las plantas.
Andrés habló de la gente de la vecindad de Lulú, de las escenas del hospital; como casos extraños, dignos de un comentario; de Manolo el Chafandín, del tío Miserias, de don Cleto, de doña Virginia…
—¿Qué consecuencia puede sacarse de todas estas vidas? —preguntó Andrés al final.
—Para mí la consecuencia es fácil —contestó Iturrioz con el bote de agua en la mano—. Que la vida es una lucha constante, una cacería cruel en que nos vamos devorando los unos a los otros. Plantas, microbios, animales.
—Sí, yo también he pensado en eso —repuso Andrés—; pero voy abandonando la idea. Primeramente el concepto de la lucha por la vida llevada así a los animales, a las plantas y hasta los minerales, como se hace muchas veces, no es más que un concepto antropomórfico, después, ¿qué lucha por la vida es la de ese hombre don Cleto, que se abstiene de combatir, o la de ese hermano Juan, que da su dinero a los enfermos?
— Te contestaré por partes —repuso Iturrioz dejando el bote para regar, porque estas discusiones le apasionaban—. Tú me dices, este concepto de lucha es un concepto antropomórfico. Claro, llamamos a todos los conflictos lucha, porque es la idea humana que más se aproxima a esa relación que para nosotros produce un vencedor y un vencido. Si no tuviéramos este concepto en el fondo, no hablaríamos de lucha. La hiena que monda los huesos de un cadáver, la araña que sorbe una mosca, no hace más ni menos que el árbol bondadoso llevándose de la tierra el agua y las sales necesarias para su vida. El espectador indiferente, como yo, ve a la hiena, a la araña y al árbol, y se los explica. El hombre justiciero le pega un tiro a la hiena, aplasta con la bota a la araña y se sienta a la sombra del árbol, y cree que hace bien.
—Entonces, ¿para usted no hay lucha ni hay justicia?
—En un sentido absoluto, no; en un sentido relativo, sí. Todo lo que vive tiene un proceso para apoderarse primero del espacio, ocupar un lugar, luego para crecer y multiplicarse; este proceso de la energía de un vivo contra los obstáculos del medio, es lo que llamamos lucha. Respecto de la justicia, yo creo que lo justo en el fondo es lo que nos conviene. Supón en el ejemplo de antes que la hiena en vez de ser muerta por el hombre mata al hombre, que el árbol cae sobre él y le aplasta, que la araña le hace una picadura venenosa, pues nada de eso nos parece justo, porque no nos conviene. A pesar de que en el fondo no haya más que esto, un interés utilitario ¿quién duda que la idea de justicia y de equidad es una tendencia que existe en nosotros? ¿Pero cómo la vamos a realizar?
—Eso es lo que yo me pregunto: ¿cómo realizarla?
—¿Hay que indignarse porque una araña mate a una mosca? —siguió diciendo Iturrioz—. Bueno. Indignémonos. ¿Qué vamos a hacer? ¿Matarla? Matémosla. Eso no impedirá que sigan las arañas comiéndose a las moscas. ¿Vamos a quitarle al hombre esos instintos fieros que te repugnan? ¿Vamos a borrar esa sentencia del poeta latino: Homo, homini lupus, el hombre es un lobo para el hombre?” Está bien. En cuatro o cinco mil años lo podremos conseguir. El hombre ha hecho de un carnívoro como el chacal un omnívoro como el perro; pero se necesitan muchos siglos para eso. No sé si habrás leído que Spallanzani había acostumbrado a una paloma a comer carne, y a un águila a comer y digerir el pan. Ahí tienes el caso de esos grandes apóstoles religiosos y laicos; son águilas que se alimentan de pan en vez de alimentarse de carnes palpitantes, son lobos vegetarianos. Ahí tienes el caso del hermano Juan…
—Ese no creo que sea un águila ni un lobo.
—Será un mochuelo o una garduña, pero de instintos perturbados.
—Sí, es muy posible —repuso Andrés—; pero creo que nos hemos desviado de la cuestión; no veo la consecuencia.
—La consecuencia a la que yo iba era ésta, que ante la vida no hay más que dos soluciones prácticas para el hombre sereno: o la abstención y la contemplación indiferente de todo o la acción limitándose a un círculo pequeño. Es decir, que se puede tener el quijotismo contra una anomalía; pero tenerlo contra una regla general es absurdo.
—De manera que, según usted, el que quiera hacer algo tiene que restringir su acción justiciera a un medio pequeño.
—Claro, a un medio pequeño; tú puedes abarcar en tu contemplación la casa, el pueblo, el país, la sociedad, el mundo, todo lo vivo y todo lo muerto, pero si intentas realizar una acción, y una acción justiciera, tendrás que restringirte hasta el punto de que todo te vendrá ancho, quizá hasta la misma conciencia.
—Es lo que tiene de bueno la filosofía –dijo Andrés con amargura -le convence a uno de que lo mejor es no hacer nada.
Iturrioz dio unas cuantas vueltas por la azotea y luego dijo:
—Es la única objeción que me puedes hacer; pero no es mía la culpa.
—Ya lo sé.
—Ir a un sentido de justicia universal —prosiguió Iturrioz— es perderse; adaptando el principio de Fritz Müller de que la embriología de un animal reproduce su genealogía, o como dice Haecke, que la ontogenia es una recapitulación de la filogenia, se puede decir que la psicología humana no es más que una síntesis de la psicología animal. Así se encuentran en el hombre todas las formas de la explotación y de la lucha: la del microbio, la del insecto, la de la fiera… Ese usurero que tú me has descrito, el tío Miserias, iqué de avatares no tiene en la zoología! Ahí están los acinétidos chupadores que absorben la sustancia protoplasmática de otros infusorios; ahí están todas las especies de aspergilos que viven sobre las sustancias en descomposición. Estas antipatías de gente maleante, ¿no están admirablemente representadas en ese antagonismo irreductible del bacilo del pus azul con la bacteridia carbuncosa?
—Sí, es posible —murmuró Andrés.
—Y entre los insectos, iqué de tíos Miserias!, iqué de Victorios!, iqué de Manolos los Chafandines no hay!
Ahí tienes el ichneumon, que mete sus huevos en una lombriz y la inyecta una sustancia que obra como el cloroformo; el sphex, que coge las arañas pequeñas, las agarrota, las sujeta y envuelve en la tela y las echa vivas en las celdas de sus larvas para que las vayan devorando; ahí están las avispas, que hacen lo mismo arrojando al spoliarium que sirve de despensa para sus crías, los pequeños insectos paralizados por un lancetazo que les dan con el aguijón en los ganglios motores; ahí está el estafilino que se lanza a traición sobre otro individuo de su especie, le sujeta, le hiere y le absorbe los jugos; ahí está el meloe, que penetra subrepticiamente en los panales de las abejas, se introduce en el alvéolo en donde la reina pone su larva, se atraca de miel y luego se come a la larva; ahí está…
—Sí, sí, no siga usted más; la vida es una cacería horrible.
—La naturaleza es lo que tiene, cuando trata de reventar a uno, lo revienta a conciencia. La justicia es una ilusión humana; en el fondo todo es destruir, todo es crear. Cazar, guerrear, digerir, respirar, son formas de creación y de destrucción al mismo tiempo.
—Y entonces, ¿qué hacer? —murmuró Andrés—. ¿Ir a la inconsciencia? ¿Digerir, guerrear, cazar, con la serenidad de un salvaje?
—¿Crees tú en la serenidad del salvaje? —preguntó Iturrioz—. ¡Qué ilusión! Eso también es una invención nuestra. El salvaje nunca ha ido sereno.
—¿Es que no habrá plan ninguno para vivir con cierto decoro? —preguntó Andrés.
—El que lo tiene es porque ha inventado uno para su uso. Yo hoy creo que todo lo natural, que todo lo espontáneo es malo; que sólo lo artificial, lo creado por el hombre, es bueno. Si pudiera viviría en un club de Londres, no iría nunca al campo sino a un parque, bebería agua filtrada y respiraría aire esterilizado…
Andrés ya no quiso atender a Iturrioz, que comenzaba a fantasear por entretenimiento. Se levantó y se apoyó en el barandado de la azotea.
Sobre los tejados de la vecindad revoloteaban unas palomas; en un canalón grande corrían y jugueteaban unos gatos.
Separados por una tapia alta había enfrente dos jardines: uno era de un colegio de niñas, el otro de un convento de frailes.
El jardín del convento se hallaba rodeado por árboles frondosos; el del colegio no tenía más que algunos macizos con hierbas y flores, y era una cosa extraña que daba cierta impresión de algo alegórico, ver al mismo tiempo jugar a las niñas corriendo y gritando, y a los frailes que pasaban silenciosos en filas de cinco o seis dando la vuelta al patio.
—Vida es lo uno y vida es lo otro —dijo Iturrioz filosóficamente, comenzando a regar sus plantas.
Andrés se fue a la calle.
¿Qué hacer? ¿Qué dirección dar a la vida? —se preguntaba con angustia. Y la gente, las cosas, el sol, le parecían sin realidad ante el problema planteado en su cerebro.»
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