Estudiantes de 3º de la ESO.
Hemos seguido con interés los combates literarios entre Quevedo y Góngora. Sabido es que no se soportaban y que su rivalidad iba más allá de lo poético, llegando hasta lo personal. Quizá os interese saber cómo acabó la historia entre ambos.
Góngora era 19 años mayor que Quevedo, por lo que pertenecía a una generación anterior. En este sentido parece explicarse la rivalidad de Quevedo hacia él más allá de sus distintas ideas sobre la poesía, en un empeño por diferenciarse y romper con un poeta brillante y de mayor edad.
Lo cierto es que ambos coincidieron por primera vez en Valladolid. La Corte se había establecido en esta ciudad siguiendo al rey Felipe III. Esto hizo que muchos personajes del mundo de la cultura y las artes se mudaran allí en busca del favor del monarca y sus colaboradores. Dos de estas ilustres personalidades fueron el cordobés Don Luis de Góngora y Don Francisco de Quevedo, que vieron por las calles de esta ciudad como comenzaba una de las rivalidades mas sonadas de la historia.
Quevedo llegó a la ciudad para estudiar en la Universidad de Valladolid; tenía apenas 20 años y su fama comenzó a crecer como escritor y «poeta» de la corte. También comenzó a tener cierta relevancia en la vida política. Poco tiempo después, en 1603, Don Luis de Góngora, que había sobrepasado los 40 años de edad, se trasladó a Valladolid siguiendo a la Corte en busca de mejor fortuna. Seguramente fue allí donde se conocieron personalmente.
En la capital castellana y en forma de hojas sueltas y copias manuscritas circularon los primeros poemas de Quevedo, que imitaban o parodiaban los de Luis de Góngora. El motivo eran los celos profesionales, ya que pretendía la fama que Góngora ya tenía. Comenzó así un intercambio de letrillas y poemas satíricos, que buscaban ridiculizar al rival. Si uno escribía unos versos, el otro respondía aún con más saña que el anterior, y así letrilla tras letrilla dejaron un gran legado de poesía satírica y burlesca forjada en el insulto y el desagravio mutuo, convirtiéndose en enemigos íntimos y necesitándose en uno al otro para crear los mejores versos.
La vuelta de la Corte a Madrid, hace que Quevedo se mude a esta ciudad en 1606 y que resida allí hasta 1611 entregado a las letras. Años después de abandonar Valladolid, concretamente en 1610, Góngora decide dar un giro a su obra poética. Así abandona los poemas de metro corto y carácter satírico-burlesco y desarrolla el culteranismo en poemas mayores que ocasionaron una gran convulsión en el mundo de la cultura y un considerable escándalo debido a la gran oscuridad y difícil comprensión de su poesía. El caso es que su figura se revistió de aún mayor prestigio, hasta el punto de que Felipe III le nombró capellán real en 1617. Para desempeñar tal cargo, vivió en la Corte hasta 1626, arruinándose para conseguir cargos y prebendas a casi todos sus familiares; al año siguiente, en 1627, perdida la memoria, marchó a Córdoba, donde murió de una apoplejía en medio de una extrema pobreza.
Quevedo le sobreviviría 18 años, pero su fortuna a la hora de medrar en la Corte y obtener cargos y honores no fue mucho mayor. Hacia 1610 estrecha una gran amistad con el Duque de Osuna, al que acompañará como secretario a Italia en 1613, desempeñando diversas comisiones para él que le llevaron a Niza, Venecia y finalmente de vuelta a Madrid, donde se integrará en el entorno del Duque de Lerma, siempre con el propósito de
conseguir que su amigo el Duque de Osuna fuera nombrado virrey de Nápoles, lo que logrará en 1616. Durante unos años acompaña al Duque en su cargo, pero su protector cae en desgracia y en 1620 es desterrado. La llegada al trono de Felipe IV, alimenta las esperanzas de Quevedo, que viaja con el monarca y llega a ser nombrado secretario del rey. Sin embargo en 1639 su enfrentamiento con el valido del rey, el Conde-Duque de Olivares llega al punto máximo al escribir unas letrillas que denuncia la forma de ejercer el cargo del valido. El resultado es un destierro inmediato, la confiscación de sus bienes y un alejamiento definitivo de la Corte que le llevará a buscar refugio en Loeches (Madrid) y finalmente a dos pueblos manchegos: la Torre de de Juan Abad y Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), donde fallece en 1645.
Un buen ejemplo de a qué extremo llegó el odio entre ambos personajes es que ambos intentaron hundirse mutuamente en sus vidas privadas: así Quevedo compró la casa (situada en el barrio de las Letras de Madrid) donde vivía arruinado Góngora para darse el gustazo de echarlo a la calle, lo que ocurrió hacia 1620.
Pero la inquina no acabó ni incluso después de la muerte de Góngora en 1627, pues Quevedo dejó en los siguientes versos constancia de la rivalidad que había ido forjándose con los años de odio.
Este que, en negra tumba, rodeado
de luces, yace muerto y condenado,
vendió el alma y el cuerpo por dinero,
y aun muerto es garitero;
y allí donde le veis, está sin muelas,
pidiendo que le saquen de las velas.
Ordenado de quínolas estaba,
pues desde prima a nona las rezaba;
sacerdote de Venus y de Baco,
caca en los versos y en garito Caco.
La sotana traía
por sota, más que no por clerecía.
Hombre en quien la limpieza fue tan poca
(no tocando a su cepa),
que nunca, que yo sepa,
se le cayó la mierda de la boca.
Éste a la jerigonza quitó el nombre,
pues después que escribió cíclopemente,
la llama jerigóngora la gente.
Clérigo, al fin, de devoción tan brava,
que, en lugar de rezar, brujuleaba;
tan hecho a tablajero el mentecato,
que hasta su salvación metió a barato.
Vivió en la ley del juego,
y murió en la del naipe, loco y ciego;
y porque su talento conociesen,
en lugar de mandar que se dijesen
por él misas rezadas,
mandó que le dijesen las trocadas.
Y si estuviera en penas, imagino,
de su tahúr infame desatino,
si se lo preguntaran,
que deseara más que le sacaran,
cargado de tizones y cadenas,
del naipe, que de penas.
Fuese con Satanás, culto y pelado:
¡mirad si Satanás es desdichado!
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